Para el Partido Demócrata el activismo progresista hoy pesa más que la trayectoria política. (Efe)
El asesinato de John F. Kennedy mató mucho más que a una persona, marcó un antes y un después en la historia del Partido Demócrata, la nación y el mundo. Su sucesor convirtió la lucha contra la discriminación institucional en «discriminación positiva», el fin del individuo como sujeto de derecho y el principio de derechos colectivos de la mano de cuotas y subsidios.
La idea de que el Partido Demócrata es el abanderado de las minorías ha logrado que más del 90 % de los votos de la comunidad negra sean a su favor. Tanto que si un negro se atreve a cuestionar a un candidato, este tiene el poder de negarle su origen racial. Tal como hizo Joe Biden, candidato demócrata a la Presidencia de EE. UU., quien le dijo a un periodista negro «si no sabes si votar por mí en lugar de Donald Trump, entonces no eres negro».
También tienen el poder de lograr lo opuesto. «Los latinos son negros», dijo la parlamentaria socialista Alexandra Ocasio-Cortez, negando así la enorme diversidad entre los hispanos: blancos, mestizos, indígenas, mulatos, etc.
En lugar de promover el sueño americano, donde cada persona es libre de salir adelante pese a su origen, el Partido Demócrata trata a la etnia y nacionalidad como un factor determinante.
Tampoco respeta el sueño de Martin Luther King Jr. de no ser tratado según el color de nuestra piel, sino por nuestro carácter. Ahora, por el contrario, los demócratas en Nueva York están en campaña para remover del poder a hombres blancos bajo la excusa de justicia social.
En las elecciones primarias acaba de triunfar Jamaal Bowman con casi el 62 % de los votos frente a Eliot Engel con menos del 35 %. Engel tiene más de 30 años de trayectoria política, Bowman cero. Lo que pesa a su favor es el ideario «progresista», que nada tiene que ver con el progreso. Conlleva los pasos progresivos hacia el totalitarismo. Busca poner en manos del Estado todo, desde la salud hasta el control de la producción.
Para ello, tiene el respaldo de los parlamentarios socialistas Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, promotores del Green New Deal, un proyecto de ley que pregona el socialismo encubierto de ambientalismo.
«El éxito de Bowman es en algunos aspectos sorprendentemente similar a la derrota de Ocasio-Cortez del representante Joe Crowley en las primarias de 2018. Ambos retadores progresistas se enfrentaron a veteranos congresistas blancos con políticas más moderadas en distritos que son en su mayoría negros y marrones y desproporcionadamente inmigrantes. Engel, como Crowley, es uno de los demócratas más poderosos de la Cámara», reporta Business Insider.
El avance progresista expuso su filiación al socialismo más extremo mediante la campaña presidencial del demócrata Bernie Sanders. Salieron a la luz discurso suyos donde deja en evidencia su admiración hacia el dictador cubano Fidel Castro, enalteció a la Unión Soviética e incluso aplaudió a los sandinistas de Nicaragua. No obstante, frente a la tiranía de Nicolás Maduro en Venezuela, él y los demás demócratas han sido muy cautelosos para no arriesgar el voto hispano, la minoría más grande en EE. UU.
Recientemente, Joe Biden, en un intento de antagonizar con el presidente Trump, llamó dictador a Maduro y los resultados fueron desfavorables, pues el sentimiento antiamericano que impera en la izquierda ha enaltecido a Maduro como héroe entre los votantes demócratas. Sobre todo frente al hecho de que estos simpatizan con el socialismo, sistema político-económico que impera en Venezuela.
Lo cierto es que hay división dentro del Partido Demócrata. Al punto que Hillary Clinton, la rival de Trump en las elecciones del 2016, dijo que perdió porque Bernie Sanders ofrecía ponis gratis.
El partido que en tiempos de Kennedy abogó por la igualdad ante la ley, desde Lyndon B. Johnson aboga por los subsidios y cuotas. Por tanto, se han denominado «políticas de plantación». Pues en lugar de otorgar libertad a la población negra, cuyos ancestros sufrieron la esclavitud, el Partido Demócrata se ha convertido en el amo que propugna la eterna dependencia a cambio de techo y comida.
Cabe destacar que el Ku Klux Klan, organización creada para sembrar el miedo entre los esclavos del sur para que no escaparan hacia su libertad en el norte, nació en el Partido Demócrata.
El racismo moderno no persigue ni lincha al negro desobediente, lo mantiene eternamente dependiente al Estado. Coartando así su libertad. Y ese es el futuro que ofrecen los demócratas en caso de ganar las elecciones este año. No una economía que premia el esfuerzo, sino una política que asigna cuotas y dádivas de acuerdo con el aspecto, y con el poder suficiente de removerlo en caso de desobediencia.
Como dijo Trotsky, quien fue líder del Ejército Rojo: «en el capitalismo quien no trabaja no come, en el socialismo quien no obedece no comerá»."
Gral. Vicente Luis Narvaez Churion (Nota enviada)
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